Las miradas del ciego
Reconocimiento a un héroe más o menos olvidado.
Es que a ti te debo ese reirme de mis caras y muecas y de todos mis defectos que no me pertenecen, sino que me rodean de manera acusadora.
Es que contigo el sabor de la risa es tan amargo que desearías no reirte tanto y te empiezas a morder la lengua para olvidarte un poco de todo.
Es que por ti el olor de la basura no es podrido ni miasmero, sino que hace recordar la pareja de nuevos ricos que viste la semana pasado al lado del Golf de San Isidro.
Es que gracias a tí me aleje de lo dañino de mi mismo. Es que gracias al libro he recuperado las ganas. Es que gracias, de nada.
Es que Francfort, Tarma, Lima, Saint-Germain, New orleans, Pucará, Agua Dulce y La Herradura, el club, las azoteas, las fiestas de Miraflores, libros en blanco, los merengues, los gallinazos y la muerte. Es que nada, todo es igual o mucho peor.
Es que siempre vuelves como referencia, como canto, como cuento, como consejo sin permiso, como conocimiento y como burla (humor negrísimo), como pata, como idiota, como sufrido, como tú y como yo.
En busca de las siete llaves del misterio,
siete versos tristes en una canción,
siete crisantemos en el cementerio,
siete negros signos de interrogación.
Así llego mi peor regalo, que es un poco más solemne y literario. (...) un día me llega un artículo de periódico en el que se decía que la hermana de Ribeyro había puesto en su tumba siete crisantemos en honor a una canción mía. Ella no sabía que yo adoraba a Ribeyro, y Ribeyro nunca debió haber sabido nada de mí, pero esa ceremonia me hizo pensar en qué es lo que yo no quisiera jamás que me regalaran. Y es precisamente eso: siete crisantemos en mi funeral. Porque yo non quiero morirme nunca.
(J.S. en E.N. número 10)
(J.S. en E.N. número 10)
1 Apreciaciones:
Ribeyro, si Ribeyro...
Hay tanto que hablar de él...
...pero tan poco que leer.
mayo 25, 2005 2:42 p.m.
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