Tu presencia, mi alivio.
Viniste de impronta manera.
Te presentante como la salvadora, redentora de el corazón.
¡Oh bella dama!
Tal cual, pijama celeste;
besos furtivos, celeridad enamoradiza;
quiero verte, pensé inmediatamundo.
Ojos brillantes, ojos cansados;
ojos, para mí, al fin y al cabo.
Que encontraron perfecto designio para mi persona.
(Agradezco tu bondad y paciencia, mi señora).
Quise dedicarte los mejores versos,
¿que mejor que los que nacen de lo adverso?
Esto es para ti, bella donna mía,
en esta madrugada con sabor a herejía.
Son esos ratitos que me das, en los que es mucho mejor
no hacer más fuerza y dejar, que si se va el corazón
que si se va que se vaya, no lo hecharemos en falta.
Quién puede quererse pensando en el alma
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